¿Sabías que el hábito de la lectura desde la infancia no solo alimenta la imaginación, sino que también moldea el cerebro? En tiempos donde la tecnología acapara la atención de los más chicos, es fundamental volver a poner en valor el poder transformador de los libros. Y no es una frase hecha: leer desde niños tiene beneficios cognitivos profundos que impactan de por vida.
En este artículo te contamos por qué fomentar la lectura en la infancia es una de las mejores inversiones en el desarrollo de un niño, cómo influye en su cerebro y qué podemos hacer para acercar los libros desde los primeros años.

¿Qué pasa en el cerebro cuando un niño lee?
Cuando un niño se sumerge en un libro, su cerebro se enciende. Literalmente. Diversas áreas comienzan a trabajar en conjunto: el área del lenguaje, la memoria, la atención, la imaginación y la empatía. Al leer o escuchar una historia, se activan regiones cerebrales similares a las que se encienden cuando vivimos experiencias reales. Esto no solo mejora la comprensión del mundo, sino que fortalece conexiones neuronales que ayudan a consolidar habilidades cognitivas clave.
Entre los beneficios más estudiados de leer desde niños encontramos:
- Desarrollo del lenguaje: los niños expuestos a la lectura desde temprana edad tienen un vocabulario más amplio y una mejor comprensión del lenguaje.
- Mejora de la memoria: recordar personajes, tramas y escenarios ayuda a fortalecer la memoria a corto y largo plazo.
- Incremento de la concentración y la atención: leer requiere mantener el foco, una habilidad cada vez más difícil de entrenar en la era digital.
- Estimulación de la creatividad y la imaginación: los libros permiten viajar sin moverse, imaginar mundos posibles y desarrollar el pensamiento divergente.
- Facilitación del pensamiento abstracto: los niños que leen con frecuencia tienden a tener más facilidad para comprender conceptos complejos o simbólicos.
Leer desde niños es sembrar pensamiento crítico
Otro gran beneficio de la lectura temprana es el desarrollo del pensamiento crítico. Leer no es solo descifrar letras: es interpretar, cuestionar, conectar ideas. Y esto tiene un impacto directo en su rendimiento escolar, pero también en su capacidad de tomar decisiones, resolver problemas y vincularse con otros de manera más empática y consciente. Cuando un niño escucha o lee una historia, se enfrenta a situaciones, decisiones, puntos de vista, conflictos, contradicciones y dilemas morales. Todo eso pone en marcha procesos cognitivos complejos que lo invitan a preguntarse:
- ¿Por qué ese personaje actuó así?
- ¿Qué hubiese hecho yo en su lugar?
- ¿Esto que pasó está bien o está mal?
- ¿Qué otras formas de resolver ese conflicto podrían haber existido?
Este tipo de preguntas, que pueden parecer simples al principio, son la base del pensamiento crítico: la capacidad de observar una situación desde distintos ángulos, cuestionar lo dado, identificar relaciones causa-efecto y construir una posición propia, con argumentos. Además, la lectura favorece la metacognición, es decir, la capacidad de pensar sobre lo que uno está pensando. Leer requiere interpretar, anticipar, verificar hipótesis sobre la trama o los personajes. Todo eso entrena la mente para la toma de decisiones, la resolución de problemas y el razonamiento lógico.
La lectura, especialmente si es variada, expone a los niños a diferentes culturas, contextos históricos, valores y formas de vivir. Les muestra que no hay una única manera de ver las cosas. Este contacto temprano con la diversidad fomenta la tolerancia, la empatía y el juicio propio, habilidades esenciales para el presente y el futuro. Por ejemplo, un cuento que narra la vida de un niño en otra parte del mundo puede abrir conversaciones sobre pobreza, desigualdad o resiliencia. Un libro que presenta a un personaje con discapacidad, o con una familia diversa, puede ayudar a romper prejuicios y construir una mirada más inclusiva y reflexiva del entorno.

¿Cuándo empezar a leerles a los niños?
La respuesta es: ¡cuanto antes, mejor! Incluso antes de que aprendan a hablar o leer por sí mismos. Leerles en voz alta desde bebés les permite familiarizarse con la musicalidad del lenguaje, reconocer patrones, sonidos y enriquecer su mundo emocional. Muchos estudios sostienen que los niños a quienes se les leyó con frecuencia antes de los cinco años llegan mejor preparados a la etapa escolar, con ventajas notables en comprensión lectora y expresión verbal. Además, leer en voz alta fortalece el vínculo afectivo entre el adulto y el niño. Es un momento íntimo, de conexión, de compartir tiempo y emoción. Una rutina diaria de lectura puede convertirse en un ancla emocional segura para muchos chicos.
Recomendaciones para fomentar la lectura en la infancia
- Crear una rutina de lectura diaria, aunque sea breve.
- Dejar que los niños elijan qué leer.
- Leer en voz alta con entusiasmo, haciendo voces y gestos.
- Compartir lecturas en familia, como parte del juego o antes de dormir.
- Hablar sobre lo leído: ¿qué parte les gustó más?, ¿qué harían en el lugar del personaje?
- Dar el ejemplo: ver a los adultos leer también los estimula.
En resumen, leer desde niños no solo estimula el lenguaje y la imaginación. También ayuda a formar personas que se cuestionan, que piensan por sí mismas, que buscan comprender el porqué de las cosas y que desarrollan un pensamiento más ético, complejo y empático. Fomentar ese hábito es mucho más que enseñar a leer: es educar para la libertad de pensamiento.
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